miércoles, 22 de marzo de 2017

“He contemplado el rostro de Agamenón”

Con este escueto pero, sin duda, potente mensaje, el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann comunicaba al rey de Grecia el asombroso descubrimiento que acababa de realizar: los restos de los antiguos héroes de los relatos clásicos. Hoy nosotros también hemos contemplado el rostro de Agamenón.

La jornada ha empezado antes de lo habitual. A las 7:45 estábamos preparados para coger el bus con Christo y Nikos. Hemos tenido que madrugar porque hemos dejado Atenas durante el día para conocer el Peloponeso, península en la que se ubican ciudades tan famosas como Esparta y Micenas. Esta última ha sido la estrella de nuestro tercer día en Grecia. La primera parada, sin embargo, ha sido el Canal de Corinto: construido a finales del S.XIX, esta vía de agua une el golfo de Corinto con el mar Egeo, abriendo esta vía al transporte marítimo y separando el Peloponeso del resto de Grecia. Después de la breve parada y de comprar en un negocio local unos cuantos regalitos, hemos continuado hasta nuestro siguiente destino: el Teatro de Epidauro.

Este antiguo teatro fue concebido por el escultor Policleto el joven y edificado en el siglo IV a.C para acoger un concurso que combinaba pruebas gimnásticas y musicales en honor del dios médico Asclepio. El teatro podía acoger a más de 14.000 personas, siendo lo que más destaca en él su excepcional acústica: desde la parte más alta de las gradas se puede oír a los actores hablando en voz baja. Una trabajadora se ha colocado en el centro del escenario y desde los laterales podíamos escuchar perfectamente ¡su respiración! También han tirado unas monedas al suelo y parecía que estaban cayendo a nuestros pies y no a decenas de metros de distancia. Súper curioso el hecho de que según se acercaban a las gradas aplaudiendo, el sonido se perdía; sin embargo, cuando volvían al centro acústico, el sonido iba mejorando hasta ser perfecto. Después de las fotos y alguna parada técnica en los servicios, poníamos rumbo a Micenas.

La historia del descubrimiento de Micenas, junto con la de Troya, es posiblemente uno de los acontecimientos románticos más asombrosos que la arqueología y el siglo XIX nos pueden ofrecer. La voluntad de Heinrich Schliemann, un enamorado del mundo clásico, lo llevó a buscar lo que por todos era considerado un sueño o utopía. Sirviéndose de una pasión infantil y de un ejemplar de La Ilíada, este distinguido y reputado hombre de negocios dedicó toda su vida a amasar una gran cantidad de dinero para después comenzar el gran sueño que marcó su vida desde niño: encontrar las míticas Ilión y Micenas, protagonistas del famoso poema de Homero.

Tomando como brújula para su ruta los versos del genial poeta griego, Schliemann demostró que todo mito esconde una verdad y que más allá del cuento puede encontrarse una realidad histórica que da sentido y sustenta el imaginario colectivo. Hundió su pala en aquellas tierras milenarias bañadas por la sangre de los héroes y las aguas del Mediterráneo y desenterró aquella civilización perdida: los hombres de la Edad de Bronce cuyas hazañas perviven todavía hoy entre nosotros y dan forma y sentido a nuestro mundo. Gracias a Schliemann hoy sabemos que Micenas ocupó un lugar real en el Peloponeso además de en la literatura homérica. En palabras del propio Schliemann: “¡Ojalá que este sagrado y sublime monumento a la fama de los héroes de Grecia atraiga en adelante y por toda la eternidad la mirada de los viajeros! ¡Ojalá se convierta en lugar de peregrinación para los jóvenes ansiosos de saber de todas las generaciones futuras y los apasione por la ciencia, sobre todo por el estudio de la lengua y la literatura griegas!

Llegados a Micenas, hogar de su mítico rey Agamenón, hemos atravesado la Puerta de los Leones; hemos visto los restos de enterramientos colectivos (donde Schliemann creyó haber contemplado el rostro de Agamenón) y la planta del antiguo palacio real. Hemos recordado la conmovedora historia de Clitemnestra, asesinada por su hijo Orestes para vengar la muerte de su padre, y hemos paseado bajo los olivos que quién sabe a quién dieron sombra en los años antiguos. Antes de irnos, casi donde la vista ya no alcanza, cubierta su cumbre por la nieve, hemos visto la Arcadia: esa famosa tierra de pastores, prototipo de tierra paradisíaca alejada de los vicios de la ciudad. Recordamos el famoso adagio clásico tan utilizado Goethe y otros autores del romanticismo, Et in Arcadia Ego. Después, una breve parada para entrar en el Tesoro de Atreo, posible tumba real de Agamenón. Es la construcción funeraria abovedada más monumental de Grecia. Todas estas visitas nos han dado un hambre terrible y a eso de las dos de la tarde, hemos parado a comer en un restaurante estupendo: lo mejor, la moussaka.

Dos horas de autobús después, estábamos de vuelta en Atenas, dispuestos a subir al Monte Licabeto para contemplar las maravillosas vistas de la ciudad, con la Acrópolis y el mar de fondo durante la puesta de sol. Una experiencia difícil de explicar: os animamos a que vengáis a Atenas y los viváis vosotros mismos.

Después, la cena y a la cama; no sin antes hacer las maletas, pues mañana será nuestro último día aquí. Más de uno no quiere volver (profes incluidas), de manera que si mañana vais a Barajas y falta alguno… no os preocupéis; estaremos en Plaka comiéndonos un delicioso Gyros.

Cerramos la entrada de hoy con unas bellas palabras de Mary Beard, Catedrática de Estudios Clásicos en Cambridge y Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales 2016: “Estudiar el mundo clásico nunca será una actividad inerte por mucho que se califique de “muertas” a las lenguas antiguas y a las culturas que las hablaron, pues la cultura occidental depende a tal extremo de siglos de exploración del legado del mundo clásico, que éste se halla, por así decir, en la raíces mismas de prácticamente cuanto hoy podemos decir, ver o pensar.”

P.d: INCREIBLE… ¡PERO CIERTO!
1. ¿¿¿Se pueden hacer 4 horas de autobús escuchando reggeaton??? Nosotras pensábamos que no, pero ¡¡¡sííí, se puedeeeee!!!
2. ¿¿¿Podemos tener la mala suerte de que nos piquen las orugas, que están por todas partes??? ¡¡¡Síííí, podemos!!! (Tranquilos, estamos todos bien, pero nos ha picado un poco todo esta tarde al trepar por el Licabeto)
3. ¿¿¿Se puede cuatripitir postre en la cena??? ¡¡¡Sííí, se puedeeeee!!!

3 comentarios:

  1. Las fotos preciosas, pero me quedo con los textos. Un cuaderno de bitácora excelente... Un gran trabajo, lleno de cariño. Gracias Teresa. Gracias maestras! fmontalvo

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  2. Pero que gran blog y que precioso blog. Vaya suerte que han tenido estos chicos de dar con vosotras. Transmitís conocimiento y pasión. Mil gracias. Raquel Martin.

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  3. ¡¡Muchísimas gracias a vosotros!! Con familias y chicos como los vuestros, ¡el trabajo deja de ser una obligación para convertirse en un lujo! Gracias otra vez y muchos besos para todos

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